Viene de:
Primera Parte: ESE MOMENTO DE FELICIDAD ABSOLUTA
Segunda Parte: ALL YOU NEED IS LOVE
Cada noche al llegar a casa del trabajo, yo
lloraba pensando que todo lo que tenía que cantar, expresar y compartir se
pudría dentro de mí mientras dedicaba más de ocho horas diarias seis o siete
días a la semana a poner cafés, ser simpática (mientras era sumamente infeliz)
y servir mesas.
Cuando ese compañero me dijo que yo le
gustaba, entré en crisis. Pensé que me tendría que resignar a relacionarme con
gente que no supiera nada de mí, que me conociera y juzgase por cómo atendía en
un bar y que se enfadase si tardaba en despachar pedidos o me felicitase por
abrillantar rápidamente las copas.
Sé que hay mucha gente que adora trabajar
como camarero. Los he conocido y son atentos, eficientes y rápidos. Pero cuando
lo que quieres es cantar, eso es simplemente un infierno.
Yo no tenía el valor de dejar ese trabajo,
así que hice lo que muchos hacemos: forzamos la situación. Empecé a exigir las
cosas básicas de un trabajo (alta en la S.S., días de descanso, y horas extras
pagadas) y eso, en la mayoría de los trabajos de hostelería es como declararle
la guerra a tu empleador. Incluso aunque lo que pidas sea lo justo y legal.
Me despidieron.
Entonces, me prometí a mí misma y le juré a
los dioses que no volvería a trabajar (siempre que me fuese posible evitarlo),
en nada que no amase. En nada. Nunca.
Tuve que dejar el piso en el que vivía para
dormir en los salones de casas de amigos y, finalmente, empecé a tocar en la
calle para poder tener dinero para la compra.
Lo hice con todo mi amor y, en vez de
ocultarlo, como lo hacían muchos de mis compañeros por vergüenza, empecé a
publicitarlo en redes, a avisar en qué esquina iba a estar tocando con mi amiga
Celia y siempre me arreglaba y maquillaba para salir a tocar en la calle como
si fuese a dar un concierto en una sala de conciertos.
Toda mi familia me trataba como a una loca.
Me preguntaban por qué no quería tener una vida “normal”.
Toqué a 42ºC (el ukelele se desafinaba y nos
deshidratábamos constantemente) y a -2ºC
y nevando, con los dedos congelados y
los pies entumecidos. Pero no iba a ser camarera otra vez.
Hasta que un día pasó Santiago Alcanda de
Radio 3, nos escuchó tocar, le gustó, nos dio su tarjeta y nos invitó a su
programa.
En su programa anuncié las próximas
actuaciones que teníamos en teatro, en la calle y hablamos del Cabaret
Flotante.
Y así empezó todo. Cuando perdí la vergüenza de ser
quien soy ya fuera en la calle o en un teatro, y cuando decidí dedicarme a lo
que amaba, a lo que me daría fuerzas para seguir adelante aunque no tuviese
casa, hiciera cuarenta grados o dos grados bajo cero.
Encontrad eso que os da fuerzas por las
mañanas y haced de eso vuestro trabajo.
Creo que es la única manera de ser feliz la
mayor parte del tiempo, aún cuando aparentemente.
Ahora, quienes se mantuvieron a mi lado, ven
y respetan mi recorrido. Incluso mi familia, que temía por mí, me apoya.
Y los amigos siguen apoyando, viniendo a los
conciertos, ayudando en los festivales y difundiendo mi música y espectáculos.
Esa empatía se genera cuando la gente puede
ver que lo que haces, lo haces con el corazón. Porque todos queremos que la
vida se trate de eso.
Buscad lo que os apasione y vivid para ello.
Ninguno de nosotros, si es honesto con quien
es, puede ser un fraude.
El camino de ser auténtico es duro. Pero no
más duro que ser quien no eres y dedicarte a hacer cosas que no te hacen feliz.
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